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Pequeño Manual de la Solidaridad (página 2)



Partes: 1, 2

"Bajaba un hombre de
Jerusalén a Jericó, y cayó en manos de
salteadores, que, después de despojarle y golpearle, se
fueron dejándole medio muerto…"

Nuestro recorrido hacia la solidaridad
empieza en el escenario del hombre caído, despojado,
maltratado, medio muerto. Toda propuesta alternativa o
utopía, parte de la constatación de un problema; de
una situación existencial límite que atenta contra
el bienestar humano. La sola constatación de esta
situación límite del ser humano, abre la
posibilidad a la solidaridad. Pero la solidaridad no es
sólo una actitud
momentánea ante el sufrimiento o desgracia del otro, debe
ser, ante todo, una actitud permanente en la convivencia
cotidiana del ser humano.

Solo en las desgracias nos unimos y dejamos de lado las
diferencias que nos dividen.

¿Cuál es la situación actual de la
persona
despojada, golpeada y medio muerta?

Para todos resulta claros los verbos despojar, maltratar y
dejar medio muerto. Al encontrar en nuestro medio, personas en
estas circunstancias, acudimos entonces de la solidaridad.

Hagamos un retrato de la persona
caída.

El camino de Jerusalén a Jericó no es otro que
el diario acontecer de la vida: su vida, mi vida, la vida de un
grupo, de una
comunidad, de
un país. La persona despojada está carente de todo
bien material, espiritual, intelectual, cultural, social, legal;
porque unos terceros así lo quisieron. Una persona carente
no nace por acaso, es producto de su
voluntad o de la voluntad de otros. Los salteadores pueden ser
sistemas,
gobiernos, grupos
económicos, políticos, religiosos, intelectuales,
sociales; actitudes,
estatutos, mandamientos, ordenanzas, creencias, conflictos.

¿Despojados de qué bienes?
Salud, educación, paz,
empleo

Al no existir posibilidades de empleo, ni acceso a la educación, muchos
padres, niños y
jóvenes atiborran las estadísticas del desempleo y
analfabetismo;
a pesar de que aquellos son derechos fundamentales.

¿Por qué existe tantos problemas
sociales: desnutrición, pobreza, hambre,
analfabetismo, violencia,
subversión, robo, atraco, secuestros…? ¿Por
qué existe una práctica sistemática para
despojar a la persona de sus derechos individuales y colectivos
fundamentales?

Despojado de su intimidad.

Despojar es sinónimo de atropello a la dignidad de la
persona.

¿Por qué se atropella, cuáles son los
motivos, qué corazón es
capaz de hacer tal cosa? ¿Será sólo por
defender intereses egoístas o de grupo?
¿Será que así tiene que ser las cosas?

Estas reflexiones no pretenden sembrar en sus corazones la
semilla del resentimiento, el odio y, peor aún, la
violencia. Lo que nos presenta el texto
Bíblico caracterizando al hombre caído y despojado,
hoy también se constata en el mundo entero.

El hombre fue golpeado, violentado en su corporalidad. Para el
salteador no es suficiente despojarlo de sus bienes, sus
derechos, sus posesiones; que de alguna manera son realidades
externas, haberes de su víctima. El va más
allá. Su acción
maligna se descarga sobre la corporalidad del hombre despojado.
Al tocar la corporalidad se afecta la totalidad  de la
persona como unidad sicosomática, intelectual y
espiritual. Su acción violenta no solo hiere el cuerpo,
ella tiene la capacidad de lastimar su espíritu, sus
sentimientos, sus emociones, sus
pensamientos y hasta su mismo corazón. ¿Cómo
queda una persona violentada físicamente?
¿Qué reacción se puede esperar de una
persona golpeada y dolida? La violencia engendra más
violencia.

La gran pregunta que debemos hacernos, y que está en
sintonía con el objetivo de
este libro es:
¿Cómo levantar y restaurar al hombre caído y
violentado?

El texto Bíblico nos presenta dos actitudes diferentes.
Yo le apuesto a la solidaridad. Ella debe tocar la totalidad de
la persona en su condición integral. La solidaridad no se
reduce al gesto por el cual su suple una carencia material, cuyo
verbo a conjugar es dar; la solidaridad toca el corazón
para restaurarlo, aquí el verbo a conjugar es amar.

El hombre caído, despojado, golpeado y abandonado,
expuesto a una muerte lenta,
lo identificamos hoy en situación de miseria o
vulnerabilidad.

¿Cuál es nuestra actitud personal, como
grupo, como sistema, como
país, como política, como
economía, como religión, como
ley?

Los salteadores lo despojan, lo golpean y lo abandonan a su
suerte, más bien, a su muerte. El abandono es una forma
sutil de violencia, tan cruel como la agresión misma.
Generalmente los grupos vulnerables son los grupos más
abandonados por los gobiernos. Son los que no cuentan, los que no
tienen voz. Pero ¡qué gran contradicción!,
son las grandes masas humanas pobres de recursos para
subsistir, los que llevan al poder a los
gobernantes.

Los políticos deshonestos negocian y manipulan la
necesidad y el nombre de los pobres cuando intercambian un
mezquino mercado por un
voto; compran no solo el hambre de la gente sino su misma
conciencia
como capacidad para decidir. Y entonces, los pobres son
abandonados por parte del poder que maneja sus derechos.

Abandono es sinónimo de aislamiento, exclusión,
segregación, olvido. La persona deja de ser importante.
Hay otras prioridades, ella pasa ilógicamente a un segundo
plano.

PRIMERA ACTITUD
ANTE
LA PERSONA CAÍDA

"Casualmente bajaba por aquel camino un
sacerdote y, al verle dio un rodeo, de igual modo un levita que
pasaba por aquel sitio   y dio un rodeo"

Un sacerdote y un levita entran en escena. El camino es el
espacio que los pone en contacto con el hombre
caído. El camino es la vida. La vida que nos es
común a todos. La actitud de ellos es, inicialmente, ver
al hombre caído. Ellos lo miran, se dan cuenta de que
está en situación de vulnerabilidad. Pueden palpar
 de cerca que la persona está despojada, golpeada y
medio muerta. Pero su actitud es evadirla dando un rodeo y seguir
de largo. La situación vulnerable del hombre caído
no les llama la atención, no los saca de la indiferencia,
no es un bien que los mueve a entrar en contacto y provocar un
gesto de solidaridad. ¿Será que estos dos
personajes se tomaron el tiempo para
preguntarse lo que había pasado con aquél
hombre?

Cuando ellos dan un rodeo y no se comprometen, están
expresando sus intereses, lo que realmente les preocupa son sus
asuntos religiosos y legales. Los dos personajes representan el
poder religioso de una nación
que pretendía ser la elegida por Dios para conocer su
voluntad y hacerla merecedora de sus bendiciones.

Grupo elegido, elite.

¿Cómo es posible que las opciones fundamentales
de Dios a favor de los últimos, claramente expresadas como
acciones
liberadoras a lo largo y ancho de la Revelación
Bíblica, no logran penetrar las conciencias de estos
personajes para que entren en contacto con el hombre
caído?.

En el pueblo elegido por Dios, la religión (experiencia
de Dios) es el fundamento de la ley, la justicia, la
política, la economía, la convivencia social, la
totalidad de la existencia.

El autor del relato invita a revisar los fundamentos de fe que
articulan la vida práctica. Sobre todo, advierte el
riesgo que se
corre al divorciar la fe y la vida, las creencias y la ética
concreta, el culto y la práctica cotidiana.

"No todo el que dice Señor, Señor,
entrará en el Reino de los Cielos, sino el que hace la
voluntad de Dios" (Mateo. 7,21)

Los dos personajes representan la ley, la norma, el precepto;
incluso de origen divino. Dar un rodeo significa que esas
leyes,
normas o
preceptos, no están al servicio del
hombre caído.

El autor del relato hace un grave cuestionamiento al orden
jurídico que no sale a favor al desposeído, al
hombre en situación de muerte.

¿Por qué los personajes son dos? Un sacerdote y
un levita. Es para dar el carácter de testimonio real al relato y,
sobre todo, a la actitud de ellos.

Estamos ante dos hechos importantes: el hombre caído,
despojado, golpeado, medio muerto, y la actitud de los dos
personajes representantes de la religión y la ley:
representantes de la oficialidad.

Hasta ahora se constata la situación de vulnerabilidad
que plantea la solidaridad, pero al mismo tiempo se ve la actitud
de "rodeo" no solidaridad que proviene de una dirección bien definida.

¿Cuál es la propuesta de Jesús, el hijo
de Dios?

UN
SAMARITANO

"Pero un samaritano que iba de camino
llegó junto a él"

Entra en escena un samaritano en el mismo camino, es decir, en
la cotidianidad de la existencia, en el cruce de vías
donde todos los hombres nos encontramos: el sufrimiento.

Un samaritano, un hombre que no pertenece al grupo de los
elegidos por Dios. Un anónimo, hereje, así
considerado por la oficialidad, puesto que se rehúsa a dar
culto a Dios en Jerusalén. Un hombre de la periferia,
acusado, mal visto, rechazado. Un enemigo de la verdadera fe.

El samaritano es la antítesis de los
dos personajes anteriores. ¿De dónde viene la
solidaridad?

¿Será acaso de la dimensión
periférica, de lo que no cuenta?

Parece que en la lógica
del proceder de Dios, lo que no cuenta, lo marginado, lo
excluido, es el lugar privilegiado para manifestarse con sus
procesos de
liberación.

Los lazos afectivos que se dan entre personas que comparten un
pedazo de pan en medio del frío y la indigencia, son
más fuertes que los que se pretenden lograr en la mesa de
la gente bien.

Es muy difícil arrancar un gesto solidario a los que
tienen mucho, cuando de por medio no hay nada a cambio. Solo
los que, a pesar de tener mucho, y las cosas no se les pegaron al
corazón, son capaces de dar este paso. Y todo sucede
porque se dejaron tocar de Dios. Dios es el único capaz de
tocar al hombre para que éste salga de sí mismo y
se entregue al servicio de los demás.

No se necesita tener muchas cosas a la hora de ser solidarios,
siempre hay algo para dar: una sonrisa, el tiempo necesario para
escuchar, un buen consejo, un gesto de amabilidad o
cortesía, una caricia que habla, seguridad y
protección, un sí, una buena palabra, la cucharada
de azúcar
o el vaso de aceite,
conocimientos, bienes o privilegios.

Cuando se tiene poder debe estar al servicio de la gente y no
para obtener beneficios personales.

¿Cuál es el proceso de la
solidaridad?

Intentaré aproximar el texto Bíblico a la
cotidianidad resaltando las consecuencias sociológicas y
éticas en el marco de una práctica
transformadora.

Allá vamos.

Recuerde que las actitudes a seguir son las del samaritano. El
va de camino, tiene sus proyectos, cumple
una tarea, tiene cosas importantes para hacer, así como
usted, que lee este libro. La solidaridad no es un acto
aislado.

EL PROCESO DE LA
SOLIDARIDAD

1.- APROXIMARSE.

"Llegó junto a
él…"

El primer paso en el proceso de la solidaridad es aproximarse,
llegar junto al hombre caído. Romper las barreras que
impiden el acercarse al necesitado. Estas barreras pueden ser de
carácter religioso, social, cultural, conveniencias
personales, esquemas mentales, modos de pensar, costumbres
generalizadas, escrúpulos, entre otros.

Aproximarse no significa dar un paso, porque muchas veces sin
caminar nos encontramos cara a cara con la situación
límite de una persona caída.

Aproximarse es dar voluntariamente los pasos necesarios para
ir al encuentro con los otros.

Aproximarse es reducir los espacios que nos separan, que nos
mantiene distantes. Todos hemos sido tocados por el sufrimiento,
por lo tanto manejamos un lenguaje
común para comunicarnos y sentirnos identificados.

Aproximarse es superar todo temor. Es sentir que con ello no
perdemos nada.

Aproximarse es tener valentía de desprenderse.

Aproximarse implica no calcular el bien que se puede
hacer.

Se busca una aproximación que dignifique y haga
crecer.

No es suficiente aproximarse, llegar junto a… Vivimos
junto a… pero no alcanzamos a ver porque estamos
ciegos.

¿Cuál es el siguiente paso de la
solidaridad?

2.- VER.

Y al verle…

Vio al hombre caído, despojado, medio muerto. Los dos
primeros personajes también vieron al hombre caído,
también se percataron de la situación en que se
encontraba, pero dieron un rodeo.

La segunda condición de la solidaridad es ver. Ver es
sinónimo de conocer, darse cuenta, palpar, tomar
conciencia.

¿Hoy nos asombramos, vemos, palpamos la
situación del hombre caído? La solidaridad empieza
cuando realmente vemos la necesidad. Es ver con los ojos del
corazón y la conciencia. Corazón para sentir el
dolor del necesitado como propio, y conciencia para entender,
comprender, juzgar, decidir y actuar a tiempo.

Estos son los ojos de la solidaridad. Estos ojos son
diferentes al de los dos personajes. Ellos tenían
prioridades diferentes a las de compartir con el hombre
caído. Ellos veían solo su bienestar, conservar su
estatus, no añadir otra preocupación a las que ya
tenían. Es un ver que no compromete, que no llama a salir
de sí.

¿Dónde está el problema? ¿En el
ojo o en la mente y el corazón?

El problema está en la mente y el corazón.

Mente y corazón son sinónimo de esquema mental,
modo de pensar, criterios, opciones fundamentales, estructura
ética, moral y
religiosa.

El ojo constata la realidad, y mente y corazón hacen
una interpretación de lo constatado.

Vemos de acuerdo al corazón que tenemos. Si nuestro
corazón es insensible, la miseria o situación
límite del otro no nos mueve a la solidaridad. La
cuestión es de corazón y mente.

Empezaremos a entender nuestro mirar las cosas cuando
conozcamos nuestra mente y corazón. Nuestro mirar
será diferente, -así será nuestro
corazón. La transformación está en el
corazón, no en la lente que nos coloquemos. La lente es un
filtro que puede modificarse a voluntad; el filtro no es el
problema. El problema está en el alma "Los ojos
son las ventanas del alma". Ellos ven lo que el alma quiere ver.
Ellos nos ubican ante lo que internamente deseamos.

Ser insensible al sufrimiento de los demás es signo de
un corazón que se mueve por intereses individualistas,
egoístas y torcidos.

Muchas veces nos cuesta ver lo que acontece a nuestro
alrededor. Nos resistimos a ver lo que sucede en nuestro
interior. Estamos "tan preocupados" en nuestros asuntos que no
percibimos otros detalles significativos. Esos detalles son los
que tiene la capacidad de sacarnos de la indiferencia.

Dedica todo el tiempo que sea necesario a ver lo que pasa con
tu vida, sé un observador de ti mismo, pregúntate
por qué reaccionas de tal o cual manera cuando te
encuentras con esa persona. Adopta el hábito de observar
de manera cuidadosa los procesos de tu existencia: el
carácter, la
personalidad, las reacciones, emociones, sentimientos,
palabras, actitudes; sólo así tendrás la
posibilidad de incidir, controlar y orientar tu forma de ser.

Muchas personas desarrollan el hábito de observar a los
demás para descubrir sus errores, mas no los suyos. Las
personas y la realidad deben ser un espejo donde vemos nuestra
identidad
personal. En ellos se reflejan nuestras fallas y capacidades.
Toda vez que sintamos el impulso a criticar negativamente a
alguien, procuremos buscar en lo más profundo de nosotros
las fallas que vemos en los demás.

Hemos escuchado la frase "Mi mamá me hace ver las cosas
pero yo sigo en lo mismo". Nos hacen ver las cosas pero nosotros
no queremos ver. Solidaridad es ver, es ser consciente.
Solidaridad es un asunto de conciencia.

 ¿Hacia dónde se dirige la mirada de
nuestros gobernantes?

¿Hacia dónde se dirige la mirada de los programas
sociales?

Solidaridad es dirigir la mirada al necesitado para
levantarlo. En primera instancia, para reconstruir su dignidad
destruida. Así, él se sentirá respaldado.
Eso le da seguridad y crece su autoestima;
alimentará la esperanza para emprender sus procesos de
dignificación.

Solidaridad no es sinónimo de paternalismo o enajenación. Solidaridad es enseñar
a pescar, pero ofrece la posibilidad de que los alumnos se
apropien de los instrumentos de pesca.
¿De qué sirve aprender a pescar si no se cuenta con
la caña y la carnada?

Nuestro entorno se encuentra saturado de situaciones
límite, pero parece que estamos ciegos porque permitimos
que la persona siga caída; no queremos ver con el
corazón y la conciencia. Damos un rodeo.

Para iniciar un proceso de solidaridad debemos partir del ver.
Conocer la problemática de la
organización o comunidad donde va dirigida nuestra
acción. Esto se hace por medio de diagnósticos
participativos, realizando encuestas y
encuentros de reflexión, o mejor, untándonos de los
demás.

Cuando se ve una necesidad no sólo se logra captar el
hecho como tal, sino que se debe llegar al análisis profundo de las causas que generan
tal problema. Si conocemos el proceso por el cual se producen los
problemas, es
posible incidir en ellos para cortarlos y modificar los
resultados. Una necesidad o problema que no se analice
profundamente, no se logra determinar sus consecuencias, no entra
en la conciencia de las personas y pasará desapercibida.
Por el contrario, vivimos en medio de la necesidad, aportamos a
que se mantenga y hacemos que se reproduzca más.

Al descubrir un problema, si estamos concientes, conocemos su
proceso de gestación y sus consecuencias, entonces
tendremos la capacidad para encontrar alternativas de
solución. Yo aporto positivamente en la solución de
un problema en cuanto tengo conocimiento
del mismo y actúo asertivamente.

La solidaridad implica ver en profundidad. Es un asunto de
criterios, puntos de vista, visiones, opciones. Cuando la Biblia
te aconseja de que si tu ojo es ocasión de pecado debes
sacártelo, está hablando de un mirar desde la
conciencia, desde los esquemas mentales, desde el corazón;
es decir, que si tu modo de pensar te sumerge en un proceso de
deshumanización, debes romper con ello y cambiar el punto
de vista.

3.- COMPASIÓN.

Tuvo compasión…

La compasión es un sentimiento divino. Se manifiesta en
el proceder de Dios.

Compasión es poner el corazón, es capacidad de
indignación.

Compasión es igual a decir ¡basta! ¡No
más!

Compasión es volcar la totalidad de la  persona:
razón y corazón, hacia el que está
caído. Es sentir que se revuelven las entrañas ante
la injusticia.

La compasión brota de la toma de conciencia, fragua en
las opciones fundamentales de las personas, emerge de su
ética, de su fe, de sus experiencias dolorosas
aceptadas.

Compasión es tomar partido por el otro. La
compasión no es igual a decir: ¡ay qué pena!
¡pobrecito! La compasión se encuentra estrechamente
vinculada con el rechazo a los responsables de la injusticia: los
salteadores de la parábola.

Cuando nos atrevemos a defender a alguien de la mordedura de
un perro rabioso, debemos enfrentar al animal, corriendo el
riesgo de ser mordidos.

Compasión no es un sentimiento desordenado, no es un
impulso inmediatista o casual. La compasión brota de un
estilo de
vida, de la práctica  cotidiana de servicio al
caído. No esperemos que de la noche a la mañana
empecemos a tener compasión por el necesitado. Es una
actitud que se cultiva. Los dos personajes de la parábola,
a pesar de representar a la Ley, nunca cultivaron el amor al
necesitado. Sus opciones fueron religiosas. Ellos tal vez
habían hecho votos de ayudar a los pobres, pero no
desarrollaron la capacidad para verlos en el hombre caído.
Era necesario modificar la estructura mental y personal que se
consolida en procesos y acciones  concretas. Una vida sin
pasión es un ensayo
inútil. No existe el impulso para vivir de forma
significativa.

La pasión compromete la totalidad de la persona: su
pensamiento,
sentimiento, decisiones y acciones. Una persona apasionada es una
fuente que lo desborda todo, no hay obstáculo que pueda
detenerlo en su proyecto. Una
persona sin pasión se desanima ante el primer
obstáculo.

Compasión es la fuerza que me
aproxima al otro para entregarme totalmente. Compasión es
sentir con el otro, sentir lo del otro.

Compasión es apoyo.

Compasión es ayuda.

Compasión es proceso.

Compasión es responsabilidad.

Compasión es opción fundamental.

Compasión es indignación.

Dios, cuando vio la esclavitud de los
israelitas en Egipto,
sintió compasión (éxodo. 3, 7) porque se
indignó contra el explotador. Jesús, frente a los
paralíticos, ciegos, enfermos, se compadeció de
ellos porque detesta la condición que humilla e inutiliza
al ser humano.

La compasión no es un movimiento
gelatinoso del corazón. Es compromiso radical.

¿Cómo son nuestras acciones ante el necesitado?
¿Realmente nos compadecemos? O acaso le entregas la moneda
para que no te siga molestando. Eso no es solidaridad.

La limosna no es solidaridad cuando no se enmarca en un
auténtico proceso dignificante. Es una gran
contradicción sentir compasión sin compromiso. La
compasión sin compromiso es falsa, es disfraz, es un gesto
de humillación, es una burla. La compasión fingida
inmediatamente se descubre. La falsa compasión solo ofrece
paños de agua tibia, es
como para lavarse las manos, para quedar bien, para dar un
aporte, para hacerse notar. Esto no es solidaridad.

La compasión ante el necesitado debe ser al estilo de
Jesús, una compasión capaz de provocar procesos de
dignificación.

La compasión va hasta las últimas consecuencias,
no es simplemente una atención inmediata y luego nos
olvidamos también inmediatamente. ¿La
compasión que se siente con los familiares del difunto es
sincera? El día del entierro una multitud inmensa los
acompaña; el día siguiente se encuentran solos.

En procesos comunitarios de participación solidaria, la
compasión se da a nivel de opciones fundamentales, de
compromiso, de responsabilidad, de las motivaciones más
profundas, de servicio.

4.- ACERCARSE.

Acercándose…

No es el acercase del simple espectador o curioso que al
caminar desprevenido se encuentra con un accidente de
tránsito en la esquina.

Se trata de un acercamiento como fruto de un proceso: ver y
sentir compasión.

Es un acercase significativo. Al estilo de Jesús. Dando
el corazón. Un acercarse que no hace cálculos no
teme al fracaso. No mide la capacidad de entrega o el tiempo que
invertirá en la aproximación. Se trata de un
acercase dignificante: para servir. La única
intención es la solidaridad, no hay espacio para intereses
personales o el afán de reconocimiento.

El acercarse presupone la decisión. Una decisión
que brota desde el ejercicio de la libertad y que
se convierte en acción.

Se puede ver el sufrimiento del otro, y hasta sentir
compasión, pero ante la urgencia de la acción,
tomar otra decisión.

La reacción inmediata de decidir ayudar y ser
solidario, es acercarse con la firme intención de
servir.

Solidaridad es decidir ayudar y hacerlo. Cuando decidimos
hademos uso de la libertad. La elección libremente
realizada imprime responsabilidad a nuestros actos.

Acercarse es cuestión de libertad. La libertad es tuya.
Tú decides. Nadie te empuja a hacerlo. Debes acercarte si
quieres ser coherente con tus opciones fundamentales. Si aquellos
principios
están en tu conciencia, la consecuencia inmediata es
actuar en sintonía con ellos.

El bien que es mostrado a la persona, pero que no es
interiorizado libremente  en la conciencia a partir de
acciones concretas, no se constituye en principio orientador
desde donde la libertad ejerce su capacidad para tomar
decisiones.

Solidaridad es acercarse. Es decidir. Es cuestión de
libertad. Es cuestión de responsabilidad personal. La
persona que hace un bien porque está obligada a hacerlo,
no necesariamente es una persona solidaria. Le tocó.
Ojalá todas las personas que están obligadas a
hacer el bien, lo hagan.

La solidaridad es una decisión. Acércate, la
decisión es el ejercicio de la libertad. El acercarse
solidario no es un casual encuentro con el caído mientras
se va de camino. Es una decisión de ayuda honesta y
sincera.

5.- PONER TODO EL
CONOCIMIENTO AL SERVICIO DEL OTRO

Vendó sus heridas, echando en
ellas aceite y vino.

Solidaridad es vendar heridas, evitar que el hombre se
desangre. ¿Cuáles son las heridas de las personas a
quienes va dirigido nuestro gesto solidario?

Las heridas que el samaritano venda son reales, ellas producen
dolor, por ellas se le escapa la vida. Son heridas profundas.

Vendar heridas es el acto fundamental de la solidaridad.
Vendar las heridas ocasionadas por los salteadores, las heridas
de la tecnificación y el desarrollo,
las heridas de la guerra, de la
injusticia y abandono de sistemas políticos corruptos, las
heridas de la intolerancia y falta de respeto, del
olvido a los derechos humanos.
Las cicatrices de esas heridas se manifiestan en odio,
resentimiento y venganza, desplazamiento y abandono. Cicatrices
que al mirarlas todavía duelen. La solidaridad tiene la
capacidad de curar hasta las cicatrices.

El samaritano curó al hombre caído con aceite y
vino, elementos que se usaban en su tiempo como
antibióticos o antisépticos. El puso todo su
conocimiento al servicio del hombre caído. La solidaridad
lleva a direccionar todo conocimiento benéfico al servicio
del caído, toda ciencia al
servicio del hombre golpeado, medio muerto.

¿Cómo se utiliza hoy el conocimiento?
¿Cuál es el manejo que se le da a la ciencia?
¿Las leyes están al servicio de los
últimos?

Quien maneja el conocimiento tiene dominio sobre los
demás.

Solidaridad es poner el conocimiento al servicio del hombre
caído.

El que maneja el conocimiento tiene poder. Ese poder muchas
veces es utilizado para subyugar y mantener en la ignorancia a
grupos humanos desposeídos.

El esquema del poder por el manejo del conocimiento se
constata en todos los escenarios de interacción humana. La fuerza de la verdad
es usada para herir.

A mucha gente no le interesa que el saber sea conocido por
todos. Esto les quitaría poder. Solidaridad es ceder el
conocimiento a los que no lo poseen. Solidaridad no es ser voz de
los que no tienen voz. Solidaridad es lograr que los que no
tengan voz empiecen a tenerla. Si yo soy voz de los que no la
tienen, seguiré manteniéndolos sin ella.

Se debe servir al hombre caído porque tiene derechos,
pero sobre todo, porque tiene dignidad.

La solidaridad es la
motivación que te empuja a ofrecer tu servicio al
caído. Si eres servidor
público, o si tienes una responsabilidad
social, debes ejercer el encargo no porque te toca, porque
tienes que cumplir con algo para lo cual fuiste asignado, sino
porque sientes que debes ser solidario. Si lo haces por cumplir,
corres el riesgo de hacerlo a las malas; por cumplir y ya.
¿Qué de extraordinario tiene esa acción?
Pero si lo haces por solidaridad, le imprimes amor, pones el
corazón en cada acción.

Solidaridad es eliminar el dolor, evitar que las heridas
profundicen y continúen causando daño.
Solidaridad es ternura. Es un bálsamo que alivia, que hace
llevadero el sufrimiento.

Una herida no se cura escarbándola todos los
días. Si prestamos atención a las heridas dando el
adecuado cuidado, ellas cicatrizarán, y cada vez que
toquemos la cicatriz, no nos producirá dolor. La cicatriz
nos recuerda que tuvimos una herida, pero ya no causará
dolor. Esta es la base del
perdón[1].

6.- DESPOJARSE DE PRIVILEGIOS
PERSONALES.

Y montándole sobre su propia
cabalgadura, le llevó a una posada y cuidó de
él.

La solidaridad mueve a despojarse de la propia cabalgadura
para ofrecerla al hombre caído. Despojarse de comodidades,
de beneficios personales, de los propios derechos. Solidaridad es
incomodarse para beneficiar a otros.

No es fácil ser solidario.

¿Cómo renunciar a privilegios?

¿La sociedad donde
vivimos nos enseña a renunciar a derechos adquiridos para
cederlos a los demás?

Solidaridad es compartir. Para ser solidarios debemos
incomodarnos cediendo nuestras comodidades. Muchas veces
pretendemos ser solidarios repartiendo bienes ajenos, pero
difícilmente los propios.

¿Por qué los personajes de la narración,
al ver al hombre caído, dieron un rodeo y se marcharon? No
quisieron incomodarse. No se despojaron de sus privilegios.

Debemos buscar el mecanismo correcto para compartir los
privilegios que tenemos poniéndolos al servicio de los
más desposeídos.

Esto es solidaridad.

El samaritano se bajó de su cabalgadura. Esto quiero
decir que la solidaridad exige el proceso de bajarnos de nuestras
comodidades para servir.

¡Qué difícil es ser realmente
solidario!

¿Cuáles son las cabalgaduras en las que nos
hemos montado y de las que se nos hace difícil bajar?

El estatus, nivel social, un rango, la posición
económica, la formación intelectual, los esquemas
mentales, puntos de vista, modos de pensar, criterios, el estilo
de vida, el puesto…

La solidaridad exige la capacidad para desmontarse de todo
aquello que significa comodidad personal. Eso es solidaridad.

El samaritano llevó al hombre caído a una posada
y cuidó de él. No se preocupa sólo de
conducirlo a un lugar donde puedan darle mejor atención y
luego descarga su responsabilidad en otro. él se
compromete personalmente a cuidarlo. Muchas veces nuestra
solidaridad termina en el hospital. Descargamos la
responsabilidad en los demás y nos desembarcamos del
problema. Es como para lavarse las manos para decir que se ha
cumplido.

La solidaridad conduce a las últimas consecuencias:
dedicar todo el tiempo al hombre caído. Eso es
solidaridad.

7.- LA SOLIDARIDAD SE CONTAGIA.

Al día siguiente, sacando dos
denarios se los dio al posadero y dijo: "Cuida de él, y si
gastas algo más, te lo pagaré
cuando vuelva"

Esta es la evidencia de que El Samaritano pasó toda la
noche cuidando al hombre caído. Entregó todo de
sí: su ciencia y su tiempo. ¿Qué le queda
por entregar? También parte de su dinero, de lo
que tiene destinado para sus compras en
Jerusalén. Dos denarios representaban dos días de
trabajo. Un
regalo es bueno, pero dos significa generosidad.

Es difícil que nos toquen el bolsillo, pero cuando lo
logran somos poco generosos, incluso con las personas más
cercanas.

¿Qué recibe El Samaritano a cambio? Nada.
Solidaridad es darlo todo sin recibir nada a cambio.
Aparentemente no se recibe nada, pero la respuesta se encuentra
al final del texto en boca de Jesús: La vida eterna.

Con el gesto de generosidad, el Samaritano involucra al
posadero en el proceso de la solidaridad. Se asegura que el
hombre "levantado" sea cuidado a cambio de una cantidad de
dinero. Quizá el posadero por la sola recomendación
del samaritano no se habría comprometido a cuidarlo. Pero
logra involucrarlo en el proceso de la solidaridad.

Pero el proceso no termina ahí. La recomendación
del samaritano es: "si gastas algo más, te lo
pagaré cuando vuelva". Esta frase es suficiente para
impactar al posadero y moverlo a solidaridad. Logra que se
apasione y lo cuide. La atracción es tan fuerte que cuando
una persona es solidaria, ésta se contagia a los
demás. Es como la fuerza de Dios que te invita a dar el
aporte personal. Piense en las campañas para recolectar
dinero por una buena causa. La ayuna de uno contagia a ayudar.
Ese es el milagro de la solidaridad. Tiene la capacidad de
multiplicar. La solidaridad invita a salir de sí mismo
para entregarse a los demás sin el más
mínimo interés
egoísta. En Bogotá se recolectaron 186 millones de
pesos, de poco en poco, para ayudar a la familia
afectada por "la bicicleta bomba".

El posadero es cautivado por el gesto solidario del samaritano
y cuida con amor "al hombre caído". Lo hace no sólo
por el dinero que
le dejó el samaritano, sino por la "fuerza" vinculante de
su testimonio y el respaldo de su palabra. Eso fue suficiente
para moverlo a la acción.

Particularmente creo que el posadero cuidó del hombre
caído y también dio su aporte sin cobrar nada a
cambio. En mi experiencia pastoral conocí muchas personas
solidarias que dieron su respuesta generosa al sentirse tocadas
el corazón.

CONCLUSIÓN

Al concluir los siete pasos del proceso solidario, debemos
preguntarnos ¿Cómo llevarlos a la práctica
respondiendo a las necesidades más urgentes de las
personas del entorno donde nos movemos? La respuesta es clara y
evidente. Si existe alguna duda para ayudar al otro es porque
aún nuestro corazón se encuentra endurecido, y es
necesario un toque de Dios que lo transforme. ¿Cómo
lograrlo? Es cuestión de respuesta ante la
invitación constante que lanza la situación del
hombre caído. Es un asunto de decisión. Cuando haya
dado el primer paso, descubrirá que no está solo. Y
aunque no esperes nada a cambio, el "Universo" te
sorprenderá con abundancia de bendición. De esta
forma se siembra semillas de eternidad para recoger frutos de
vida eterna. Tu vida será bendecida con abundancia. Te
sucederán cosas hermosas que nunca habías
imaginado. Todos tus sueños ser realizarán. El
"Universo" entero fluirá hacia ti con lo que ha
"programado" en beneficio tuyo. "Yo sé los planes
que tengo para ustedes, planes para su bienestar y no para su
mal, a fin de darles un futuro lleno de esperanza. Yo, el
Señor, lo afirmo"
(Jeremías 29:11)

Pruébalo, no te arrepentirás. Nadie te
arrebatará la felicidad que se experimenta al sentirse
útil a los demás.

La narración del texto bíblico, donde
empezó nuestra reflexión, nace en boca de
Jesús como respuesta a la pregunta ¿Qué debo
hacer para alcanzar la Vida Eterna? La respuesta de Jesús
es: ama a Dios y ama al prójimo. Estos dos amores se
concretan en: sea solidario con el hombre
caído.

Los que tienen necesidad son los puentes que nos comunican con
Cristo, con Dios. Ellos son los auténticos Vicarios de
Cristo, de Dios. Todo lo que se haga a uno de aquellos más
pequeños, es a Jesús por quien se hace o se deja de
hacer. (Mateo 25:31-46)

Ser solidario, en lenguaje teológico equivale a ser
misericordioso.

Practique la MISERICORDIA.

La palabra misericordia esta formada así:

MISERICORDARE

MISERI: El que está en miseria.

COR: Corazón (Ej: cardiaco, cordial..)

DARE: Dar.

Esto es igual a: Dar el corazón al que se encuentra en
situación de miseria.

La misericordia es la actitud típica del proceder de
Dios. La misericordia que nosotros practicamos es igual ala
solidaridad. Es la solidaridad que redescubrimos a partir de
la lectura
responsable del texto Bíblico.

La propuesta de Jesús como camino para alcanzar la Vida
Eterna es: sea solidario al estilo del samaritano.

¿Realmente somos solidarios?

¿Hasta dónde va nuestra solidaridad?

¿Cuál es el testimonio de los cristianos?

¿Cómo es la solidaridad de las entidades de
apoyo social?

Dejo en su corazón y en su mente, pero sobre todo en
sus manos, el espíritu de estas reflexiones para su
beneficio y el de su comunidad. Espero que le apueste al milagro
de la solidaridad. Por él podremos ver un día
florecer entre nosotros los valores de
la justicia y el derecho al servicio del hombre caído, de
muchos niños y niñas abandonados, de hombres y
mujeres sin oportunidades.

Haga de la práctica de la solidaridad tu
religión, ella es la única que te conducirá
a la Vida Eterna. Esto te lo dice el Cristo. Sea como el hombre
samaritano: "ve y haz tú lo mismo" (Lucas 10:37).

APÉNDICE

La solidaridad se construye desde la
escasez que se
comparte.

"13Oyéndolo
Jesús, se apartó de allí en una barca a un
lugar desierto y apartado; y cuando la gente lo oyó, le
siguió a pie desde las ciudades.
14Y saliendo Jesús, vio una gran
multitud, y tuvo compasión de ellos, y sanó a los
que de ellos estaban enfermos.
15Cuando anochecía, se acercaron a
él sus discípulos, diciendo: El lugar es desierto,
y la hora ya pasada; despide a la multitud, para que vayan por
las aldeas y compren de comer.
16Jesús les dijo: No tienen
necesidad de irse; dadles vosotros de comer.
17Y ellos dijeron: No tenemos aquí
sino cinco panes y dos peces.
18El les dijo: Traédmelos
acá. 19Entonces
mandó a la gente recostarse sobre la hierba; y tomando los
cinco panes y los dos peces, y levantando los ojos al cielo,
bendijo, y partió y dio los panes a los discípulos,
y los discípulos a la multitud.
20Y comieron todos, y se saciaron; y
recogieron lo que sobró de los pedazos, doce cestas
llenas. 21Y los que comieron
fueron como cinco mil hombres, sin contar las mujeres y los
niños
. (Mateo 14:13-21)

Esta narración bíblica es conocida como El
milagro de la multiplicación de los panes. Sin embargo,
desde la reflexión que vamos a realizar, descubriremos que
el milagro de Jesús no está en la
multiplicación de panes.

Desde una lectura
responsable del texto, y entre líneas, se puede distinguir
una serie de actitudes que nos ayudan a comprender el tema de la
solidaridad.

El texto sigue el siguiente proceso:

1.- Se identifica una necesidad: el hambre de la
gente.

         La
solidaridad empieza cuando se identifica una necesidad y existe
la voluntad para dar una respuesta generosa.

2.- Alguien se da cuenta del problema: Los
discípulos, los seguidores de Jesús.

         La actitud
fundamental de la persona solidaria es permanecer atenta a la
necesidad.

3.- Evadir el problema: los discípulos le
lanzan el problema a Jesús. Ellos piden que Jesús
resuelva la situación.

Siempre habrá personas con la habilidad de descubrir
problemas y lanzarlos a otro para que los resuelva. En
fácil y cómodo descargar la responsabilidad
personal en otros. Esa actitud de los discípulos no
corresponde al verdadero solidario.

Es muy común encontrar actitudes de descarga de
responsabilidad. Que sea el otro quien cambie, el otro es el que
debe solucionar las cosas; la necesidad de los demás no es
mi problema. Existe una entidad pública que debe resolver
tal situación. La culpa es del alcalde, que él
resuelva el problema.

Así nos pasamos la vida esperando que Dios, el
presidente, el alcalde, el político, el papá, el
que tiene, resuelva los problemas que identificamos.

La solidaridad rompe estos esquemas.

4.- La repuesta de Jesús: "Dadles
vosotros de comer.

         Jesús
devuelve el problema a quienes lo descubrieron, pero no los deja
solos. Cada necesidad personal o comunitaria es un reto para ser
resuelta por las personas que la identifican.

         Con la
respuesta de Jesús se superan viejos esquemas de
oración que descargan la responsabilidad de los problemas
y necesidades a Dios. Queremos que del cielo nos lleguen todas
las soluciones.

         La respuesta
del cielo es: "Hazlo tú mismo, yo estoy contigo". La
propuesta de Dios trae consigo una pedagogía en la que principal enseñanza es: tú puedes, tú
eres capaz, tú debes resolver los problemas que
identificas, no temas, yo estoy contigo.

         La propuesta
de Dios no es paternalista, no crea dependencia con inmadurez e
irresponsabilidad.

Pero ¿Cómo solucionar el hambre de la gente?

5.- Los cálculos son enemigos de la solidaridad:
"no tenemos más que cinco panes y dos peces" eso es poco
para tanta gente.

         Esta es la
madre de todas las excusas: "No tenemos lo suficiente", lo que
tenemos no alcanza, es poco.

         No se da
importancia a lo poco. Lo poco no cuenta. El cálculo de
que "Incluso doscientos denarios no alcanzaban" (Juan 6: 7)
desanima a cualquiera.

         Cinco panes y
dos pees realmente es poco, pero desde este poco se operó
el milagro de la solidaridad.

         Es importante
saber que esos cinco panes y esos dos peces pertenecen a un
muchacho. En el evangelio de Juan se lee: "Aquí hay un
muchacho que tiene cinco panes y dos peces", ¿pero
qué es eso para tantos? (Juan 6:9)

         Así
que el dueño es un muchacho, un niño. Un muchacho
no cuenta para los discípulos, para Jesús
sí.

         Cinco panes y
dos peces en un par de manos quizás es poco, lo suficiente
para saciarse. Pero entregados a Jesús, bendecido, partido
y repartido, provocaron el milagro de la solidaridad: la
multiplicación.

         Si un
niño llevó cinco panes y dos peces sabiendo que las
predicaciones de Jesús eran de uno o dos días,
¿cuánto pan y pescado (lunch, bastimento, fiambre)
pudo haber llevado una mamá o abuelita, sabiendo que ellas
son más precavidas? Yo creo que un poco más.

         Jesús
toca el corazón de todos los presentes con hambre,
según la valoración de los discípulos, y los
invita a sacar sus alimentos,
bendecirlos, partirlos y repartirlos entre todos, como él
lo había hecho. Así se operó el milagro de
la solidaridad. Y todos comieron. Eran cinco mil sin contar
mujeres y niños (ellos no contaban, pero desde ellos se
operó el milagro)

        
¿Dónde está el milagro?

         Jesús
toca el corazón del ser humano para que salga de su
egoísmo y comparta lo poco que tiene. Ese sí es un
milagro que sólo lo hace Dios. Si Jesús les dijo a
los discípulos que ellos mismos les dieran de comer a la
gente hambrienta, era porque sabía que ellos podían
hacerlo. Los discípulos se quedaron en los cálculos
humanos que no les permitió ver más allá y
creer en la Palabra de Jesús de que podían
hacerlo.

6.- El producto de la solidaridad: De los trozos que
sobraron se recogieron doce canastas.

         Las doce
canastas es símbolo de la nueva comunidad que surge de la
solidaridad. El pueblo de Dios de la solidaridad.

         La comunidad
escatológica del compartir. Esta es la nueva comunidad de
Jesús. La comunidad de la solidaridad, como en los Hechos
de los Apóstoles. La iglesia
fundada por Jesús desde el milagro de la solidaridad. Esta
afirmación no es aventurada. Recuerde que en el Antiguo
Testamento el pueblo de Dios está simbolizado en las
doce tribus de Israel. En el
Nuevo Testamento, en tiempos de Jesús, la comunidad
está simbolizada en los doce apóstoles. Ahora esta
comunidad de la solidaridad, simbolizada en las doce
canastas.

¿Necesitas más argumentos para moverte a
solidaridad? 

 

 

 

 

 

Autor:

Jesús Arturo Figueroa Quiroga

[1] Les recomiendo leer la
segunda estrategia
contenida en mi libro "Siete estrategias de
crecimiento personal"

Partes: 1, 2
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